Nací y crecí en Bogotá, una gran ciudad llena de caos, pero también con una profunda huella artística marcada en sus calles, en su centro, en su gente y en cada uno de los maestros que me enseñaron fotografía.

 

Antes de llegar a la imagen estudié Ingeniería de Sistemas. Fue durante esa carrera, en una de esas materias electivas de relleno, donde descubrí la fotografía. Agradezco infinitamente a la vida por haberme cruzado con esa asignatura, porque en ella abrí mi mente y mi corazón a algo que no sabía que terminaría amando tanto.

 

Mientras trabajaba y estudiaba ingeniería, también encontraba espacio para el deporte. He sido deportista toda mi vida y, en aquel entonces, solía patinar por las calles de Bogotá. Siempre llevaba conmigo una cámara que aún no sabía usar a la perfección, pero que se convirtió en mi compañera inseparable. Con ella fotografiaba a mis amigos patinando, las calles de la ciudad y los paisajes que me rodeaban.

 

Un buen día tomé la decisión de estudiar fotografía. Busqué universidades que ofrecieran no solo la técnica, sino también arte, historia del arte y que comenzaran desde lo análogo, desde el laboratorio con químicos. Afortunadamente en Bogotá había varias opciones, y creo que elegí la mejor. Durante cuatro años y medio viví empapado de arte, de imágenes y de un mundo visual que aprendí a ver y disfrutar. Tuve la fortuna de formarme con los mejores maestros del país: apasionados paisajistas, directores de los principales periódicos, estrictos creativos de agencias de moda y diseñadores que amaban y enseñaban fotografía, luz y color.

 

Al terminar mi carrera toqué muchísimas puertas para poder fotografiar fuera de Colombia. Un día, una empresa en México me abrió la oportunidad. Volé para trabajar como fotógrafo de bodas y, tiempo después, viví en Costa Rica capturando momentos familiares en hoteles. Al cabo de un tiempo regresé a México, sin imaginar que aquí me enamoraría de su gente y su cultura.

 

Me quedé en Guadalajara, tierra del mariachi y del tequila, donde fundé mi empresa de fotografía y también mi familia. Sobre mí puedo decir que el deporte es otra de mis grandes pasiones. En Guadalajara descubrí el boxeo, que practico desde hace tantos años como los que llevo viviendo aquí. También disfruto del senderismo: las montañas me inspiran en todos los sentidos. Y, por último, la natación; me encanta el agua. Estoy certificado en freediving nivel 1 por AIDA, así que también practico apnea. El deporte, sin duda, me llena de vida.

 

Y si hay algo que también me mueve profundamente, es el cine. Me gusta porque es una mezcla única de arte y emoción. En cada película encuentro inspiración: la forma en que la luz cuenta historias, los silencios que dicen más que las palabras, los personajes que se sienten cercanos aunque vivan en mundos lejanos. Para mí, el cine es un refugio y al mismo tiempo una ventana; me emociona, me hace reflexionar y muchas veces me inspira también en mi manera de crear imágenes. Cada película es un recordatorio de que detrás de cada historia hay un mundo de posibilidades, y ese mismo espíritu busco llevar a mi fotografía.

 

Hoy estoy casado con una tapatía y soy papá de una hermosa niña mexicana. Mi vida se resume en tres pilares: ser un padre presente, dedicarme a la fotografía al 100% (entre sesiones, muchas horas de edición y ver películas para estudiar la imagen porque cada día se aprende más), y hacer deporte. Soy sencillo, directo y amable, busco siempre dar una respuesta clara y me mantengo abierto a descubrir más lugares y personas en el camino.